Las elecciones presidenciales del pasado 30 de mayo del 2010, han dejado un sabor amargo para quienes como nosotros hemos soñado con un gobierno de izquierda democrática para Colombia.
Amargo, porque de nuevo la derecha, con sus hábiles mañas de cuadrar proyectos electoreros, ha logrado armar con ex alcaldes, y su movimiento los “Verdes”, un esquema de campaña que sin pretensiones de triunfo, tenía como objetivo restarle poder electoral, a la única alternativa de partido que como oposición real y seria, se daba en Colombia, en cabeza del POLO DEMOCRÁTICO.
Y es que de “Los Verdes” muy poco supimos como oposición, o denuncia contestataria en los 8 años de gobierno Uribista, respecto a la serie de hechos que han colocado al Gobierno de Uribe en tela de juicio a nivel internacional, respecto a la impunidad del paramilitarismo, la ausencia de justicia y reparación para la victimas, los falsos positivos, la parapolítica, los millones de desplazados, la concentración del poder, el quiebre de la democracia local, la liberación de los secuestrados, las chuzadas telefónicas, la descomposición en el DAS, la corrupción de funcionarios, entre otros temas.
Solo ad portas de las elecciones para Congreso y Presidencia, pegados con Mokus, surgen unos acuerdos electoreros de esa derecha pequeñoburguesa de burócratas amañados al poder, que utilizando una razón social derivada de izquierda Europea del mayo del 68, ha terminado prestándo un flaco servicio al uribismo, muy lejanos de ese pensamiento radical de los verdes de Europa.
Esa estrategia de la derecha no solo fue orgánica, estuvo combinada con todo el aparato publicitario del establecimiento, que por el sistema de las encuestas, daba un supuesto empate técnico entre los “Verdes” y los Uribistas, con un claro fin de desplazar la lucha directa por el poder en manos de la izquierda del Polo, al campo de sus "Verdes", desilusionando por ese mecanismo el voto de izquierda, estimulando la migración de los demócratas, y apocando la presencia de Gustavo Petro en los medios de información, y privilegiando a Mokus. Todo ello, para crear en el elector la sensación de cansancio, o desgate en POLO, lo que no era cierto como quedo demostrado en las urnas.
A esos fabricantes de la opinión pública, dirigidos por la derecho, les ha importado un rábano la confrontación con la realidad y el haber hecho el ridículo con sus encuestas. Han fallado en sus pronósticos, pero han logrado el cometido, impedir la confrontación PETRO-SANTOS y garantizar con ello el continuismo de Uribe en el poder.
Ahora bien, si desde fuera la derecha ha logrado meternos esos goles, desde dentro hay muchos autogoles.
Eso de despreciar, o dudar del poder del voto y la acción electoral, es peor que todo el sistema orquestado para derrotarnos. Eso, de creer que bastan unas buenas ideas, y un buen programa para mover votos, es falso, y está aniquilando la organización. Eso de considerar que la derecha es nuestro contrario, y colocar como nuestros enemigo a quienes nos acompañan en la lucha, es el mayor desangre de nuestra izquierda y, debe erradicarse. Hemos de entender que quienes tienen que dirigir el partido han de ser los hombres y mujeres capaces de crear la empresa electoral que de votos, y olvidarnos de una vez por toda de los figurones de la izquierda intelectual, que deben pasar a servir en labores de propaganda.
Hay que entender que la maquinaria de los votos, no es la misma que la maquinaria de las ideas.
Esa tradición de pequeños intelectuales que jugamos a las elecciones a ver si por fin triunfa con el voto, el inmaculado saber de la razón, debe extirparse para siempre de la organización política.
No podemos seguir privilegiando en los cargos de dirección a aquellos hombres y mujeres que con muchas ideas dan pocos votos. A esos buenos profesores, sindicalistas, y movilizadores de masas que han servido a la causa, es hora ya de darles las gracias, y que den paso a que otros, más sabios en organizar la maquinaria del voto, lo hagan. Es que no es lo mismo organizar un foro, una manifestación, o una huelga, a organizar la empresa electoral para el voto.
Hay que superar los espectáculos de masas en la plaza pública, por la organización electoral del partido para conseguir votos. Hay muchos que llenan una plaza pública, pero a la hora del voto no llenan una sola urna, ni votan, ni creen en el poder liberador del voto en nuestra era.
No se trata de cantarle loas a los barones electorales, o de poner el voto cómo la esencia de la democracia, pero si es necesario, hacer un correctivo inmediato en la acción, privilegiando y estimulando a quienes mueven y organizan el voto ciudadano, y castigando, a quienes no han respondido a las expectativas depositadas para dirigir el partido. Que esa mentalidad del intelectualismo se aparte de los aparatos del partido, y dé paso a los animales de la política, capaces de crear la maquinaria electoral del voto. Es preferible un hombre, o una mujer capaz con una sola idea de mover miles de ciudadanos al voto, que un hombre, o mujer, con miles de ideas pero raquíticos a la hora de acumular esos votos necesarios para gobernar.
