En película de terror con director incluido, y no precisamente humanitaria, o romántica, se ha convertido la liberación unilateral prometida por las FARC y frustrada por diversas razones que no es del caso interpretar.
Terrorífica, por cuanto absolutamente nadie: ni médicos, ni sicolog@s, ni maestr@s, ni intelectuales, ni medios de comunicación, ni guerrilla, ni gobierno y, pare de contar, en el contexto del ese presunto intercambio humanitario, han dimensionado realmente las proporciones e implicaciones de esa tragedia humana que ha concebido y parido, estando secuestrada, como producto de una relación de la sinrazón, un niño.
Todos hemos olvidado interpretar, o al menos imaginas las condiciones físicas, psíquica, sociales y familiares de esa madre y ese niño, que arrancado de las propias entrañas de la selva y de la guerra, tendrá que soportar y sobrellevar por el resto de sus vida la más cruel y descarnada historia de un conflicto que en Colombia lleva más de 40 años
Independientemente de dónde este ese niño, si en la selva, atornillado a la maquinaria de la guerra, o clandestinizado por mandato de las FARC en las mazmorras del régimen, en el “Instituto de Bienestar Familiar”, la vida de Emmanuel, como se llama el hijo de esa valiente Clara Rojas, desde ya está signando por la más desproporcionadas de todas las historias que la imaginación pueda crear, excluyendo claro está, las que aluden a deidades y divinidades, como aquella que evoca Mateo 1:23 y que refiere una profecía que esta en Isaías 7:14, que dice: "he aquí la virgen concebirá y dará a luz un hijo y llamaras su nombre EMMANUEL que traducido es Dios con nosotros" y que no es precisamente nuestro caso.
Olvidados del valor de la vida han estado unos y otros, gobierno y guerrilleros y porque no decirlo, todos nosotros, la población civil, que no hemos ponderado los derechos que la humanidad reconoce a los niños y en consecuencia haber actuado como la ética manda.
Esta si es la mayor tragedia que hemos vivido y vivimos: la del olvido, la indiferencia y silencio ante un hecho que conocido hace más de cuatro años, no alarmó a nadie, se intento silenciar, y aún hoy sigue una trágica incertidumbre. No estamos ante el típico caso del sindrome de estocolmo, sino ante el colmo de los sindromes, el del olvido y el desprecio a la vida.
Esperemos que ese hijo de la natura colombiana, (amor y guerra) crezca sano, y que de grande o ya mayor, tenga el valor del perdona y la dulzura para juzgar como es debido a las generaciones que han privilegiado la muerte, por sobre la vida.
Es diciembre, fecha en la cual todos los niños de Colombia añoran un regalo de la imaginación en la noche que más esperan de todas, la del 24, sin embargo, mucho emanueles, nacen sin nacer, crecen sin crecer, viven sin vivir, por culpa de los mayores que privilegiando los interese del poder degradan la vida.
Otra pena se añade a nuestra ya maltrecha imagen de haber nacido en colombiano, la del silencio y la indiferencia. Sin embargo, hemos de enarbolar por el mundo con dignidad unas sonrizas para decirle a todos los niños de Colombia, a todos los emmanueles de nuestra dolida patria :
F E L I C I D A D E S,
opoXiXion
seguira en pos de la
VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACION
O T R O S S E R V I C I O S
...XiX...
