Podremos calificar a los Estados Unidos de Norteamérica de imperialistas
, invasores, explotadores de otras economías, y más, sin embargo, la otra cara de la moneda, o del Dollar, esa que no se puede ocultar, ni omitirse a la hora de estimar una alternativa de izquierda para Colombia, porque en cierta medida hemos de definir referentes, es el
aporte revolucionario en la concepción del gobierno, y los fines que inspiraron la revolución de independencia norteamericana de 1776, los cuales siguen vigentes.
Principios como el autogobierno, el derecho a derrocar a los gobiernos déspotas, la lucha por la vida, la libertad y la felicidad humana, son postulados que la izquierda libertaria debe radicar en manos de los revolucionarios norteamericanos, concretamente en Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin y no precisamente en Lenis, Stalin o Marx. Y es que desde 1776, los declarados Masones fundadores del Estado Norteamericano, visionaron un mundo que plasmaron en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Basta leer el resume de la filosofía general que justifico la revolución de independencia en 1776, para entender la importancia, y el valor histórico que tiene la elección del primer presidente, inmigrante y negro en EEUU. Hecho impensable en otros Estados del mundo que sin superar la discriminación racial, se ufanan de demócratas, o revolucionarios.
La tradición que recibe Barak Obama data pues de tiempos milenarios, por ello todos los Estados del mundo y la mayoría de los jefes de Estado, encuentran en el primer presidente negro de los EEUU, la continuación de esa tradición libertaria. Cuando Obama dice 'El cambio ha llegado a Estados Unidos', alude a la ruptura con la política de guerra del gobierno anterior, no con respecto a los postulados que han inspirado el devenir del pueblo norteamericano.
Clara nota de lo que está pasando en EEUU deberá tomar el presidente de Colombia, pero más clara la izquierda colombiana para saber ubicarse dentro del contexto universal y no seguir por la senda de una izquierda descontextualizada, armada y meramente contestataria.
Retomar esa tradición es reivindicar los postulados filosóficos de la declaración de independencia norteamericana, que suscribieron Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin y que dice:
“Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad.”
, invasores, explotadores de otras economías, y más, sin embargo, la otra cara de la moneda, o del Dollar, esa que no se puede ocultar, ni omitirse a la hora de estimar una alternativa de izquierda para Colombia, porque en cierta medida hemos de definir referentes, es el
aporte revolucionario en la concepción del gobierno, y los fines que inspiraron la revolución de independencia norteamericana de 1776, los cuales siguen vigentes.Principios como el autogobierno, el derecho a derrocar a los gobiernos déspotas, la lucha por la vida, la libertad y la felicidad humana, son postulados que la izquierda libertaria debe radicar en manos de los revolucionarios norteamericanos, concretamente en Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin y no precisamente en Lenis, Stalin o Marx. Y es que desde 1776, los declarados Masones fundadores del Estado Norteamericano, visionaron un mundo que plasmaron en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Basta leer el resume de la filosofía general que justifico la revolución de independencia en 1776, para entender la importancia, y el valor histórico que tiene la elección del primer presidente, inmigrante y negro en EEUU. Hecho impensable en otros Estados del mundo que sin superar la discriminación racial, se ufanan de demócratas, o revolucionarios.
La tradición que recibe Barak Obama data pues de tiempos milenarios, por ello todos los Estados del mundo y la mayoría de los jefes de Estado, encuentran en el primer presidente negro de los EEUU, la continuación de esa tradición libertaria. Cuando Obama dice 'El cambio ha llegado a Estados Unidos', alude a la ruptura con la política de guerra del gobierno anterior, no con respecto a los postulados que han inspirado el devenir del pueblo norteamericano.
Clara nota de lo que está pasando en EEUU deberá tomar el presidente de Colombia, pero más clara la izquierda colombiana para saber ubicarse dentro del contexto universal y no seguir por la senda de una izquierda descontextualizada, armada y meramente contestataria.
Retomar esa tradición es reivindicar los postulados filosóficos de la declaración de independencia norteamericana, que suscribieron Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin y que dice:
“Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad.”
