No vamos a contar la historia de Pedro Antonio Marín, el guerrillero más antiguo del mundo que, paradójicamente con más de 50 años de estar en la clandestinidad y en franca lucha armada contra el Estado Colombiano, murió presuntamente de muerte natural.
En sus años de guerra Pedro, con el alias de “Tirofijo” o "Manuel Marulanda”, fue enterrado más de cinco veces, y resucitado otras tantas. Conocida la muerte natural, de modo natural pone en evidencia la incapacidad histórica del Estado Colombiano para someter a derecho, o a la justicia, a quienes se salen de sus cánones legales. De no ser por sometimiento voluntario y con prebenda a los criminales, como ha ocurrido con los genocidas paramilitares, y con otras organizaciones armadas, en materia de seguridad el Estado las tiene verde, por ello en Colombia los cánones en la escala social se han invertido, de tal modo, que la sociedad peligrosamente ve como la criminalidad es recompensada, mientras las victimas son acusadas, hostigadas, y hasta procesadas.
Mito y realidad se desprendían de quien en las FARC reivindicaban esa paternidad campesina de su lucha, que iniciada como resistencia a la persecución que hiciera el Presidente Guillermo León Valencia, de la autogestión municipal que reivindicada por "Marulanda " en el olvidado pueblo de Marquetalia, terminó interpretándose como una estrategia del "bloque comunista internacional" para consolidar allí una “república Independiente”, y con ese argumento, se atacó sin misericordia a unos campesinos que solo querían vivir en paz, con sus "gallinas, cerdos, tierra y unas cuantas reses".
A no dudarlo la muerte del jefe de las FARC abre un nuevo rumbo en la confrontación, y así se mantengan los mismos postulados de antes, y no se cambie una coma en su estrategia, es sabido que en política y en las acciones militares, no es lo mismo un jefe con un programa, que otro con el mismo programa. Cuestiones de estilo en el mando, prioridades, observaciones del momento, interpretaciones de las relaciones de fuerza, el contexto sobre el cual se da el cambio, y otras múltiples situaciones, pueden ser el abrebocas para una retirada digna, o la feliz coincidencia para una reorganización y cambio de rumbo.
Quienes conocen a las FARC, estarán con nosotros en que la muerte, así lo sea de uno de sus jefes, no deja de ser una circunstancia más de la lucha, y que en tantos años de guerra han aprendido a sobrevivir a esa contingencia de la naturaleza humana. Así ocurrió con Jacobo Arenas, con “JJ”, con el “Negro Acacio”, con “Martin Caballero”, etc. La estructura fuertemente jerarquizada y ordenada, les permite recomponer de inmediato la sucesión de mando, esa esencia antidemocrática es precisamente la mejor arma para solventar las sucesiones de mando sin desvertebrarse, y por ello, cobre importancia el carácter mental de quien asume el mando, pero en esencia y a no dudarlo, se mantendrán vigentes y por mucho tiempo, las mismas coordenadas que han sustentado las acciones de las FARC.
Por ello a nosotros los de opoXiXion, desde un punto de visto democrático, no nos inquieta, ni preocupa, la muerte de Pedro Antonio Marín, de la misma forma como le puede inquietar, o preocupar al Gobierno de Álvaro Uribe y a las propias FARC. A nosotros, y a los demócratas, nos debe inquietar y mucho, el aniquilamiento racional que hace el gobierno para impedir que la VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACION, se hagan presentes, y en este sentido, debe ser inaceptable la utilización que hace de una información privilegiada, para chantajear a la oposición, y colocar en entredicho a quienes han tenido el valor de endilgar la ausencia de ética en una reelección que estuvo a caballo del soborno, el chantaje, el cohecho y alentada por los genocidas paramilitares.
La muerte, o la ausencia del jefe máximo de las FARC, tendrá un sustituto de igual, o similar talante, pero el aniquilamiento, o la muerte de las garantía democráticas que hace el gobierno, tienen como sustituto el autoritarismo, y la dictadura. La muerte de modo natural, es la muerte que muchos colombianos añoran como una conquista a la vida, esa que en Colombia no esta dignificada, por ello la lucha por la Verdad, es una causa inaplazable que no puede tener luto.
En sus años de guerra Pedro, con el alias de “Tirofijo” o "Manuel Marulanda”, fue enterrado más de cinco veces, y resucitado otras tantas. Conocida la muerte natural, de modo natural pone en evidencia la incapacidad histórica del Estado Colombiano para someter a derecho, o a la justicia, a quienes se salen de sus cánones legales. De no ser por sometimiento voluntario y con prebenda a los criminales, como ha ocurrido con los genocidas paramilitares, y con otras organizaciones armadas, en materia de seguridad el Estado las tiene verde, por ello en Colombia los cánones en la escala social se han invertido, de tal modo, que la sociedad peligrosamente ve como la criminalidad es recompensada, mientras las victimas son acusadas, hostigadas, y hasta procesadas.
Mito y realidad se desprendían de quien en las FARC reivindicaban esa paternidad campesina de su lucha, que iniciada como resistencia a la persecución que hiciera el Presidente Guillermo León Valencia, de la autogestión municipal que reivindicada por "Marulanda " en el olvidado pueblo de Marquetalia, terminó interpretándose como una estrategia del "bloque comunista internacional" para consolidar allí una “república Independiente”, y con ese argumento, se atacó sin misericordia a unos campesinos que solo querían vivir en paz, con sus "gallinas, cerdos, tierra y unas cuantas reses".
A no dudarlo la muerte del jefe de las FARC abre un nuevo rumbo en la confrontación, y así se mantengan los mismos postulados de antes, y no se cambie una coma en su estrategia, es sabido que en política y en las acciones militares, no es lo mismo un jefe con un programa, que otro con el mismo programa. Cuestiones de estilo en el mando, prioridades, observaciones del momento, interpretaciones de las relaciones de fuerza, el contexto sobre el cual se da el cambio, y otras múltiples situaciones, pueden ser el abrebocas para una retirada digna, o la feliz coincidencia para una reorganización y cambio de rumbo.
Quienes conocen a las FARC, estarán con nosotros en que la muerte, así lo sea de uno de sus jefes, no deja de ser una circunstancia más de la lucha, y que en tantos años de guerra han aprendido a sobrevivir a esa contingencia de la naturaleza humana. Así ocurrió con Jacobo Arenas, con “JJ”, con el “Negro Acacio”, con “Martin Caballero”, etc. La estructura fuertemente jerarquizada y ordenada, les permite recomponer de inmediato la sucesión de mando, esa esencia antidemocrática es precisamente la mejor arma para solventar las sucesiones de mando sin desvertebrarse, y por ello, cobre importancia el carácter mental de quien asume el mando, pero en esencia y a no dudarlo, se mantendrán vigentes y por mucho tiempo, las mismas coordenadas que han sustentado las acciones de las FARC.
Por ello a nosotros los de opoXiXion, desde un punto de visto democrático, no nos inquieta, ni preocupa, la muerte de Pedro Antonio Marín, de la misma forma como le puede inquietar, o preocupar al Gobierno de Álvaro Uribe y a las propias FARC. A nosotros, y a los demócratas, nos debe inquietar y mucho, el aniquilamiento racional que hace el gobierno para impedir que la VERDAD, LA JUSTICIA Y LA REPARACION, se hagan presentes, y en este sentido, debe ser inaceptable la utilización que hace de una información privilegiada, para chantajear a la oposición, y colocar en entredicho a quienes han tenido el valor de endilgar la ausencia de ética en una reelección que estuvo a caballo del soborno, el chantaje, el cohecho y alentada por los genocidas paramilitares.
La muerte, o la ausencia del jefe máximo de las FARC, tendrá un sustituto de igual, o similar talante, pero el aniquilamiento, o la muerte de las garantía democráticas que hace el gobierno, tienen como sustituto el autoritarismo, y la dictadura. La muerte de modo natural, es la muerte que muchos colombianos añoran como una conquista a la vida, esa que en Colombia no esta dignificada, por ello la lucha por la Verdad, es una causa inaplazable que no puede tener luto.
